Ricardo Gonzàlez Jiménez
Hola, mi nombre es Paulina Jiménez Méndez, mujer mexicana,
madre de dos. De una niña terrenal llamada Paulina y de un niño
celestial llamado Ricardo.
La brevísima historia terrenal de mi hijo Ricardo comienza en agosto
del 2019 cuando me entero que estoy embarazada. Mi esposo y yo estábamos
felices, era un bebé muy esperado, pero sobre todo muy deseado y anhelado.
Aunque Dios tenía otros planes para él y para nosotros.
El 7 de noviembre del mismo año recibimos una noticia que nos rompió
el corazón como no sabíamos que se podía. Tenìa 13
semanas de embarazo y fuimos al doctor a descubrir el sexo del bebé, pero
resultó que nos dijeron que tenia ANENCEFALIA y moriría al nacer.
En resumen, nuestro bebé no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir
fuera de mi útero. Era un diagnóstico 100% certero.
Se nos dio la opciòn de abortar pero al término de esa cita yo ya
lo había decidido, lo tenía todo muy claro, continuaría con
su vida y lo dejaría crecer dentro de mi vientre hasta que el decidiera despedirse.
Fue un embarazo muy difícil, lleno de tristezas diarias, de retos, de
aprendizajes, pero sobre todo de dolor, mucho dolor. ¿Cómo a una madre
le alcanza la vida para despedirse de su hijo? Eso no debe ser.
Finalmente, el día 17 de abril (37 semanas) del 2020 nació y
murió mi hijo.
Al enterarme que mi hijo tenía anencefalia mi plan inicial era intentar
tener un parto pero al acercarse el término del embarazo había
acumulado tanto líquido amniòtico que me era sumamente incómodo
llevar a cabo cualquier actividad del diaro. Para el octavo mes me era complicado
continuar mis actividades diarias ya que sentía siempre una gran
presión en el abdomen el cual no me dejaba caminar, dormir, respirar de
manera normal, por lo que decidí agendar una cesárea en la semana
37 de embarazo. A pesar de eso afortunadamente siempre gocè de una excelente
salud y mi bebe creció de manera perfecta dentro de mi vientre.
Mi hijo nació en medio de una pandemia la cual iba iniciando, por lo
que no se contaba con ningún protocolo acerca de situaciones como la mìa.
Pero aùn asì todo saliò muy bien, tuve una excelente cesàrea
y recuperaciòn. Mi hijo vivió solo un par de segundos, diò
de 4 a 5 respiraciones agónicas, tratando de tomar todo el oxìgeno
que le era posible, dejò de respirar pero su frecuencia cardiaca
continuò casi una hora, todo un campeòn. Peso 1,940 kilogramos y
midiò 43 centìmetros.
Sigue siendo lo más doloroso por lo que he pasado pero también,
SIN DUDA, la mayor dicha que he tenido. Pude tenerlo conmigo todito solo para
mi 9 meses, pude amarlo muchísimo, pude olerlo, bautizarlo, tomarle fotos,
acariciarlo, quedármelo varias horas. Aunque claro, cuando se trata de
l@s hij@s nunca es suficiente. Y sin temor a equivocarme les digo que si me
volviera a pasar lo volvería hacer, tenerlo en mis brazos hizo que
ese embarazo tan doloroso valiera la pena. Todo ese dolor se esfumó
por un momento al tenerlo por fin cara a cara. Sentì tranquilidad y
una paz que me contuvo durante todo ese tiempo que lo sostuve.
Por lo que le pido a la gente que me lee que NO olviden a esos bebés
que tanta huella dejan y tantos cambios hacen. Reconozcan sus vidas,
hónrenl@s a ell@s y a las familias con su constante recuerdo.
Ya que es hasta hoy, que por fin entiendo que el mayor anhelo de las
personas que pierden a un ser amado es saber que ese ser amado no
será olvidado en el mundo terrenal.
Te amé el 3 de septiembre (2019) que supe que venías en camino.
Te amé el 7 de noviembre (2019) que supe a dónde te irías.
Te amo hoy 17 de abril (2020) que partes a tu nueva casa y dejas mi vientre para siempre.
Te vas, pero te llevas contigo una parte de mi.
Cuida de tu hermana que se queda con muchas ganas de jugar contigo.
Última actualización 11.02.2021